viernes, 12 de octubre de 2018

Hasta siempre, Valeria.

El pasado 10 de octubre fue un día que pasará al recuerdo como uno de los más tristes en mi carrera como docente. Ese día, llegué al cole, con mis cosas en la cabeza, y nada más entrar por la puerta, recibí la trágica noticia: Valeria, la pequeña guerrera, había fallecido.

Desde hace ya bastante tiempo, Valeria era como una compañera más. Habíamos estado siguiendo en clase cada cambio en su evolución. La realización de aquel vídeo pidiendo la donación de médula para Valeria, nos hizo estar aún más atentos a este caso en particular. Nos alegramos mucho con la aparición de su donante y luego nos volvimos a preocupar.

Esa mañana, ese 10 de octubre, subía la escalera totalmente ausente, ajeno a todo. Tras colocar mis dos nombres en "triste" y "apenado"  en el emociograma, me plantaba ante la clase... El alumnado preocupado porque mi cara y mi cuerpo no podía transmitir más que eso: una enorme tristeza y dolor, mucho dolor. 

Me sentía en el compromiso de dar la noticia en clase, de la forma menos violenta posible, si es que la había. Los ojos llorosos, tardé un rato en poder articular palabra mientras mis alumnos me miraban en silencio y con cara de preocupación. Lo pensé varias veces. No habría estado bien no decirlo, no una noticia así.

Tomando aire y con él un poco de impulso, conseguí decirlo... silencio sepulcral en clase... algunos ojos empiezan a llorar...sin aspavientos, con un pasmoso respeto y sobrecogimiento personal. Cada uno a su manera digería lo mejor posible la noticia mientras yo me acercaba, simplemente a compartir el dolor.

Nos concedimos un tiempo. Lloramos. Nos desahogamos sin caer en el secuestro emocional. Me impresionó la madurez con la que mis chicos y chicas manejaron el asunto. Por supuesto, era una oportunidad para hablar sobre la muerte y lo hicimos. Ya muchos han sufrido pérdidas de familiares. Y no quiero dejar de felicitarlos por su entereza y saber estar en un momento tan delicado. Gracias, chicos. Gracias, chicas. Sois ejemplares.

Tocaba despedirse. Cada uno a su manera. Durante unos minutos, algunos reflexinaron, otros escribieron una carta, otros hicieron dibujos, otros miraban al cielo por la ventana...Nos despedimos de Valeria. 

Algunas cartas están pegadas en la pared, porque sus autores así lo decidieron, otras...no lo sé. La mía la leí en la cima de un monte, donde solía ir antaño cuando necesitaba pensar. La leí en voz alta. A solas con el viento. Dirigiéndome a Valeria en primera persona.

Como padre de dos niñas (aún pequeñas) puedo ponerme en el lugar de esa familia, que nos ha dado una tremenda lección de optimismo, positividad, amor desmedido y entrega a su pequeña. Ánimo familia. Recibid nuestro abrazo.

El único propósito de esta entrada es explicar cuánto hemos sentido esa pérdida. La hemos vivido como muy nuestra. Y creo que las 27 personas que compartimos aquella triste noticia fuimos conscientes de lo que, en la vida, es realmente importante. Qué afortunados que somos...

Desde el aula de 6º C y, por extensión, del CEIP Manuel Alonso, donde me consta que otros maestros hicieron lo propio en sus cursos, vaya nuestro más sentido pésame para la familia de Valeria. Tenemos claro que, durante mucho tiempo, estará con nosotros en nuestra memoria y en nuestros corazones.

Allá donde estés, pequeña guerrera...descansa en paz.


2 comentarios:

  1. Gracias por contarle la noticia de esa manera como lo haces tú , es muy duro afrontar esas circunstancias.
    Un saludo

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    1. Ciertamente fue una situación muy dura. Es sorprendente como los niños y las niñas son capaces de afrontar estas situaciones si se hace con un poco de destreza y mucha delicadeza.
      Gracias por tu comentario.

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