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martes, 15 de octubre de 2019

La burla y el ridículo, las ofensas más difíciles de perdonar.

Foto y edición: Enrique Montaño
Hacía mucho tiempo que tenía ganas de preparar esta frase de Platón, con la que estoy totalmente de acuerdo. Coincido en que pocas agresiones nos sientan peor, a las personas en general, que la burla y el ridículo. 

Como maestro, y también como padre, me posiciono totalmente en contra de todo tipo de burla, incluso de aquella que se hace con carácter "amistoso", o como "broma" que, en muchísimas ocasiones, se hace sin la complicidad ni consentimiento del que la recibe y que, por lo tanto, no tiene una repercusión igual en las personas implicadas.

Y es que resulta muy fácil caer en el error de participar en una burla o ridiculización, tanto como iniciador del proceso, como siendo cómplice del mismo. 

Parece más visible, y fácil de detectar, cuando alguien se burla de otra persona o la ridiculiza abiertamente, pero resulta mucho menos evidente cuando, ante una situación así, otros muchos que se encuentran cerca, reaccionan con risas y comentarios sarcásticos, convirtiéndose automáticamente en cómplices del que se burla, pues con esa actitud lo que hacen es validar dicho comportamiento, transmitiendo al agresor el mensaje inconsciente de que están de acuerdo con lo que hace. Es una forma de autorizar y reforzar el comportamiento en cuestión que, sí, es una fuerte agresión emocional.

Estoy cansado de verlo en la escuela, en el parque, andando por calle... Niños que tienen tendencia, cronificada ya, a burlarse de otros, pero mucho más preocupante, una mayoría de observadores cercanos que participan en las risas de complicidad, sin pararse a pensar ni un momento en los sentimientos del que está siendo ridiculizado, y menos aún si es por un rasgo físico o característica personal.

Lo que verdaderamente me preocupa es la razón que empuja tanto a unos como a otros a comportarse de este modo. Los niños repiten conductas que observan en otros, y es cada vez más fácil y frecuente comprobar como los propios adultos, ridiculizan a otras personas, incluso a sus propios hijos, también en público, para conseguir comportamientos concretos o, simplemente, por diversión. Demasiados ejemplos en la tele basura, en incontables vídeos que ruedan por las redes, en todas las formas y medios de comunicación. Muchos modelos a seguir mientras otro muchos "aplauden" la situación con sus cómplices risas, comportamiento que también se imita.

Si nos paramos a pensar y observar un poco, es fácil establecer relaciones entre estas actitudes y los numerosos problemas que de ellas se derivan. Estas son las más evidentes, que he podido observar en mi alumnado, a lo largo de los años:

     - Niños/as con timidez excesiva para hablar en público, dirigirse a otras personas o decir lo que piensan y sienten.
     - Miedo a hacer el ridículo en situaciones cotidianas, más aún ante otras personas.
     - Baja autoestima.
     - Inicio o agravamiento de cuadros depresivos y de ansiedad.
     - Bajada en el desempeño académico como consecuencia de alguno o varios de estos factores.
    - Utilización del "ojo por ojo" como sistema habitual de relación, pudiendo pasar a convertirse en intimidador. Ésto último es menos probable y menos demostrable, pero puede ocurrir, normalmente como mecanismo de defensa o buscando la aceptación en un grupo.

Desde mi posición de maestro, no cesaré en mi empeño de hacer ver a mis alumnos/as la importancia de tratar a las personas con respeto, así como los problemas que conllevan la burla y el ridículo. Del mismo modo, seguiré trabajando la capacidad de empatizar y de intervenir en situaciones semejantes, pero no como cómplices, sino como iguales con la capacidad de frenar estas desagradables agresiones y de ayudar a compañeros y compañeras que son víctimas de las burlas y ridiculizaciones.

Desde nuestra posición en el ámbito familiar, como padre y madre, estamos haciendo lo propio con nuestras hijas, es una de nuestras contribuciones a la sociedad, que necesita urgentemente de una renovación y reactivación de valores, todos importantísimos para una convivencia armónica y pacífica.

Para la elaboración de este cartel he contado con la colaboración especial de Julia, a la que agradezco su ofrecimiento y espero que le guste el resultado. Es un tema del que hemos hablado largo y tendido.

4 comentarios:

  1. Interesante y profunda reflexión. Nos servirá para establecer un debate en clase. Gracias maestro.

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    1. Gracias por tu comentario. La entrada tiene mucho jugo para trabajar en clase y también en casa. Nosotros ya lo estamos haciendo día a día.
      ¡¡Fuerte abrazo!!

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  2. Acertado análisis de la sociedad actual y,por consiguiente, de la escuela. La falta de respeto y la banalización de muchas actitudes provocan multitud de conflictos personales difíciles de identificar y de enderezar. Ánimo y un saludo.

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    1. Muchas gracias por su comentario. Me alegra saber que coincide en mis argumentaciones. Efectivamente existen multitud de conflictos derivados de la normalización y banalización de actitudes irrespetuosas.
      Gracias por los ánimos y un saludo igualmente.

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