Foto y composición: Enrique Montaño |
Decía Johan Wolfgang von Goethe que todo proyecto que iniciamos, todo aprendizaje, toda tarea con cierta complejidad, se inicia con dificultades, requiere una tarea de aprendizaje o incluso muchas horas de práctica. Algo que, tras el estudio, la reflexión y comprensión de los fenómenos a aprender o tareas a realizar, puede llegar a hacerse fácil.
Es quizás una de las frases que contiene más mensaje con menos palabras y, hoy en día, en la era de la inmediatez, me atrevería a decir que el abordaje de tareas complejas y la consecución de grandes objetivos, está quedando relegado a unas pocas mentes privilegiadas, capaces de mantener su concentración y el foco en aquello que de verdad les interesa y se proponen. Algo totalmente asociado al esfuerzo y la perseverancia.
En el aula sucede con muchísima frecuencia que, tras una explicación, algún alumno suelta la típica frase: "qué fácil", y muchas veces sin ni siquiera haber entendido bien la explicación. Esto, en numerosísimas ocasiones genera un sentimiento de inferioridad en otros alumnos/as, al comprobar que algunas personas entienden algo con facilidad, pero ellos no, lo que les hace sentirse estúpidos o torpes porque no han conseguido entenderlo. Y lo que es peor, para que el resto no se percate y evitar nuevos comentarios o incluso burlas, ocultan esa dificultad. Es ahí donde empiezan a dejar de preguntar las dudas por un incipiente miedo al ridículo.
Uno de mis propósitos diarios, consite en eliminar del aula toda comparación o expresión que pueda generar esta sensación, de indefensión o torpeza, en el sector del alumnado que necesita alguna explicación adicional, alguna ayuda extra o sencillamente, tarda más en asimilar determinados conceptos.
En mi ya dilatada experiencia como docente, he podido comprobar el daño que tales afirmaciones pueden generar en la autoestima de muchos niños y niñas, y esta frase nos ayudará a comprender que es una mera cuestión de entendimiento o de práctica. A todos nos resultó muy difícil la primera vez que nos sentamos al volante de un coche, nos costó comprender qué es eso de los logaritmos neperianos o, sencillamente, nos cuesta lanzarnos a decir lo que pensamos en determinadas situaciones.
Nadie debe sentirse mal por no entender algo a la primera, por tener dificultades en alguna materia o por tardar más en aprender algo. Como bien decía Bethooven, "el genio se compone de un 2% de inteligencia y un 98% de perseverante aplicación", y la ciencia le da, en gran parte, la razón. Salvo en casos de problemas físicos o cognitivos, el resto de los mortales nos diferenciamos más por la energía y esfuerzo que ponemos en nuestros propósitos que por el "don" con que la naturaleza nos haya dotado.
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