Cada curso, al inicio, en las reuniones de madres y padres, me repito en parte de mi discurso, en la que considero más importante y decisiva para que todo vaya bien durante el año académico. Esta parte que vengo repitiendo viene a decir que los alumnos/as tienen que acudir contentos al Cole, ilusionados y motivados. Tienen que llegar tranquilos, despejados y sin temores que interfieran en su aprendizaje. Tienen que ver en el Centro Educativo un sitio ameno, agradable y sentirse en confianza con las personas con que se relacionan.
Cada día intento despertar ese interés, esa motivación necesarias para que realmente construyan su aprendizaje desde dentro, con ilusión. Ahora, la neurociencia (concretamente la Neuroeducación) está poniendo de manifiesto cómo se produce el aprendizaje. Me gustaría citar un fragmento del libro de Francisco Mora "Neuroeducación" en el que lo explica bastante bien:
"...Está claro que para que un alumno preste atención no vale con exigirle sin más que lo haga. Eso sirve de bien poco, sobre todo si el profesor es aburrido y aún con un profesor activo y un tema que pudiera ser interesante. Hay que encender primero la emoción".
Un poco más adelante continúa explicando cómo hay que buscar métodos y recursos capaces de evocar la curiosidad de los alumnos/as por aquello que se les explica: "Hoy ya sabemos que la letra con sangre no entra" En el libro se explica que hay que usar "métodos siempre adaptados a la alegría, al despertar, al placer y nunca al castigo".
Quizás lo más difícil de todo esto es conseguir que el alumnado entienda que el aprendizaje es su responsabilidad, y que el hacerlo divertido no significa que se pueda dedicar a cualquier otra cosa que le apetezca en cada momento o interferir en aquellos y aquellas que sí quieren aprender. Por esta razón, muchas veces hay que explicar la diferencia entre derechos y obligaciones (que todo el alumnado tiene por igual) y los PRIVILEGIOS, que sólo disfrutan los que demuestran que están poniendo todo de su parte para contribuir a que otra manera de hacer las cosas sea posible.
Me gustaría contar un ejemplo-experiencia mezclando todos estos ingredientes. El pasado jueves la mayoría de los alumnos y alumnas de mi tutoría lo pasaron en grande aprendiendo matemáticas de una forma práctica (si veis el vídeo entenderéis el porqué del ejemplo). Para ello sólo tuve que sacar de la cocina, un báscula y un par de recipientes; del trastero la cinta métrica y un par de metros; y del propio colegio, unos cubos de pintura (que usamos en carnaval) y algunas botellas vacías. Fue una auténtica gozada ver el entusiasmo con el que los chicos y chicas se movían por los pasillos con la cara iluminada ante los retos que se les iban planteando, todos ellos relacionados con las unidades de medida. Esto siguiendo la recomendación de José Antonio Gil (director del CEIP Federico García Lorca, pionero en el trabajo por competencias en Andalucía) de abrir las puestas del aula y convertir el Centro en un gran laboratorio de aprendizaje vivencial y práctico. Aquí es donde un maestro necesita confiar plenamente en sus alumnos/as (seguro que mis alumnos/as saben bien de qué les hablo).
Lo mejor de todo esto es saber que las conclusiones a las que has ido llegando por la práctica, más el sinfín de lecturas la formación e investigación autodidacta en numerosos ámbitos, empiezan a estar avalados por una ciencia encargada de explicar cómo se produce el aprendizaje, y que empieza diciendo que PRIMERO, la emoción.
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